Hace unas semanas, tras una formación en uno de nuestros clientes, el organizador de la formación me dijo esta frase que todavía me rebota en la cabeza:
“Rafa, es que esto del liderazgo está muy bien, pero, en los momentos clave, de presión, el liderazgo en mi empresa salta por los aires”
Esta afirmación no es tan solo preocupante, sino una traición directa a la esencia misma de lo que significa ser un líder. No hay espacio para la ambigüedad aquí: la verdad innegable es que es precisamente en los momentos más complicados donde la calidad del liderazgo se convierte en un factor absolutamente crítico. Cuando la presión aumenta, los buenos líderes no solo se mantienen firmes, sino que se elevan, demostrando su valía y guiando a sus equipos a través de la tormenta.
Pensar que el liderazgo es un accesorio prescindible cuando las cosas se ponen difíciles es una ilusión peligrosa. Cualquiera puede gestionar un barco con vientos favorables y mares en calma. La verdadera prueba no reside en la ausencia de problemas, sino en cómo se enfrentan y se superan. Un liderazgo que se desintegra bajo presión no es liderazgo; es una falsa fachada que solo se sostiene en la placidez.
Cuando los desafíos se acumulan – ya sea una crisis interna o externa, un error estratégico, un cambio inesperado en el mercado o un conflicto interno – los empleados no buscan una figura que se esconda o se desmorone. Necesitan una mano firme a la vez que amable, una voz clara y una presencia inquebrantable que los inspire y los dirija. La ausencia de este liderazgo en los momentos críticos es una receta segura para el caos, la desmotivación y, en última instancia, el fracaso organizativo.
Contrario a la idea de que el liderazgo “salta por los aires”, la realidad es que los desafíos son el crisol donde se forja el liderazgo excepcional. Es en estas circunstancias donde los verdaderos líderes demuestran su temple:
- Claridad bajo el fuego: Mientras otros se confunden, el buen líder proporciona una visión clara, simplificando la complejidad y señalando el camino a seguir.
- Decisión audaz: En la incertidumbre, el líder toma las riendas, asumiendo la responsabilidad de las decisiones difíciles y actuando con determinación.
- Calma contagiosa: En medio del pánico, su serenidad es un faro que tranquiliza a los demás, permitiéndoles pensar con mayor claridad y actuar de manera más efectiva.
- Resiliencia inquebrantable: El líder no se rinde ante los obstáculos; en cambio, inspira a su equipo a perseverar, a adaptarse y a encontrar soluciones creativas.
- Comunicación vital: En la crisis, la información es poder. Un buen líder comunica abierta y honestamente, construyendo confianza y manteniendo a todos informados.
- Coherencia: pase lo que pase tienes que ser fiel a tus principios.
Un Mandato Ineludible: Sé el Líder que tu Equipo Necesita
Me encanta la canción del año 1986, de Billy Ocean, “When the going gets tough, the toughs get going” (“Cuando las cosas se ponen difíciles, los duros siguen adelante”).
No debe ser tan solo un dicho inspirador; es una verdad fundamental sobre la dinámica de equipos y organizaciones exitosas. No es una opción; es un mandato ineludible.
Si un líder no es capaz de liderar en los momentos complicados, entonces no está cumpliendo con la expectativa más básica de su rol. Las empresas deben cultivar una cultura donde el liderazgo no sea solo una etiqueta, sino una capacidad probada y ejercida activamente bajo presión. Es en la adversidad donde se distinguen los gestores de los verdaderos líderes, y es en la acción de estos últimos donde reside la clave para superar cualquier obstáculo y asegurar el éxito continuo.
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Rafa Lucero
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